En una tarde soleada, llena de luz y felicidad, se encontraba Martina ante el juez, siendo juzgada por el caso de asesinato de Andrés de La Parra...
El juez el pregunta: Martina, se declara usted culplable del delito que se le imputa?
A lo que Martina responde: Si señoría, soy culplable de haber asesinado a Andrés de La Parra.
Martina se toma la palabra y comienza a narrar los hechos, sin importar el lugar y los presentes. Su historia fue tan conmovedora y entretenida, que el juez no le interrumpió y escuchó cada detalle para luego dictar sentencia.
Luego de cuatro años de aguantar desplantes, mentiras, de haberme abandonado cuando le anuncié que estaba embarazada de un hijo suyo, luego de tener la frente adornada, de ser humillada, luego de que me conviertiera en su amante después de ser su novia, sólo aprovechándose del gran amor que sentía por él, decidí poner fin a toda esta situación que me estaba matando lentamente de la depresión y la tristeza.
Todo comenzó una noche de lunes, él me llamó, como muchas otras veces, para ir a su casa y utilizarme para satisfacer sus necesidades fisiológicas, mientras yo entregaba el corazón. Ese día decidí comenzar a gestar su muerte, y en un descuido, mientras fue al baño, cogí su cerveza y deposité una pequeña dosis de veneno. Fue perfecto, porque justo me hizo la propuesta indecente que llegaba siempre después de las cervezas cuando yo le dije, no, Andrés, mira, estás pálido, es mejor que no, y termino yo de decir esa frase cuando se empieza a retorcer de dolor... y la verdad señor juez, cómo disfruté de verlo sentir ese dolor, así que salí de allí, con una gran sonrisa en la cara, satisfecha por todo lo ocurrido en la casa de este sujeto, aunque una vez llegué a mi casa, me dio tristeza, por su dolor de estómago, y por no haberlo besado, eran como sentimientos contradictorios, cada uno de igual peso
Luego, la propuesta vino de mi parte...le dije: Andrés, quiero verte. Compré unas cervezas y unos cigarrillos, y repetí la operación de la noche anterior. Segunda estocada, y yo feliz de estarlo matando lentamente. Cuando llegué a mi casa, la balanza se inclinó más hacia la satisfacción de haberlo hecho sufrir, y la alegría de no haber estado con él, aunque reconozco que una parte de mi, tal vez hubiese querido besarlo.
Hasta que llegó una tercera noche, y mis dos dosis de veneno ya habían hecho sus efectos. En esta tercera noche decidí matarlo del todo. Decidí que quería ver su sangre correr, decidía que quería finalmente darle una muerte digna de un gusano como él. Así que llegué con las cervezas, los cigarros. Llegué con una coquetería pocas veces vista en mí. Era increíble como lo estaba viendo, feo, gordo, calvo, como si fuera un pequeño hombrecito, su figura cada vez más borrosa, minuto a minuto, iba desapareciendo antes mis ojos, y entonces pensé... "Dios, cuatro años de mi vida, un bebé que no nació por culpa de la tristeza de su abandono, y tanto sufrimiento por este sujeto bueno para nada, feo, gordo, calvo, mal amante... pero en qué coño estaba pensando yo?" entonces supe que había clavado el cuchillo y lo había matado... al fin, había acabado con Andrés dentro de mi corazón... y aunque él siga vivo físicamente y para el mundo, para mí, murió ese día que desapareció de mi vida... y corrió sangre, que olió a paz.... entonces pregunté "Señor juez, ¿cuál es mi condena?
Y el juez me respondió: Cadena perpetua de total libertad y Bendiciones para tu vida!
Este juicio ocurrió cuatro meses atrás, y tal como dictaminó el juez, Martina va, libre por la calle, con una sonrisa inquebrantable, y feliz de disfrutar su añorada libertad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario