domingo, 15 de enero de 2012

A las gordas no las quiere sino la mamá...

Fue lo que le dijo el padre a Martina cuando ella recién tenía 14 años. 

Martina era una niña un poco solitaria, de pocos amigos, odiaba el colegio, y siempre fue un poco acomplejada con el tema de su peso. Esto porque desde que tenía 5 años, y comenzó con una fallida vida social, sus amiguitos de esa época de infancia le decían cosas como "marrana pa´l 31" "gordiflona" entre muchos otros apodos y frases que a ella le dolían, pero que trataba de contrarrestar haciéndose la fuerte y riéndose de estos calificativos.

Pasó el tiempo y Martina cambió de lugar de residencia.  A los 12 años, una compañera del colegio le presentó a su hermano y se propuso que Martina y su hermano fueran noviecitos a esa edad, ya que él había manifestado su interés por ella. Ese interés entre otras cosas se dio porque la pobre de Martina a esa edad ya era talla 36 de brasier y esto para los chicos era una novedad.  A ella le acomplejaba muchísimo esta condición pero a ese chico le encantaba. Sin embargo, se burlaba de ella con los amigos llamándola gorda en las fiestas y bailes de garaje, y su amiga, la hermana del chico, por maldad o por lo que sea, se encargaba de que Martina se enterara de esas burlas. Un día ese chico mandó a su hermano menor a que llamara a Martina y le dijera "Pipe te manda a decir que termina contigo porque conoció a otra más bonita". Martina con tranquilidad le respondió "ahh no hay problema, está perfecto"... no lloró, no le contó a nadie, guardó su tristeza y decidió que no iba a volver a salir, ni a ver a nadie, ni nada.

Para ser feliz, ideó la estrategia de crearse amores platónicos, músicos y cantantes famosos con los que soñaba locamente y que no le hacían daño, porque no tendrían la oportunidad de burlarse de su gordura.  Se convirtió en fan enamorada y no estudiaba por perseguir artistas y soñar con ellos. Hasta que cumplió 14 y su papá le dijo "A las gordas no las quiere sino la mamá y ustede está muy gorda Martina".  A lo que ella respondió "ahh si...mmm" ... entonces además de soñar con amores platónicos, decidió que le iba a dar al mundo un motivo para decirle gorda, así que comenzó a tragar cuanta cosa se le atravesaba, papitas, helados, brownies, alfajores, mientras se quedaba todo el día aplastada viendo videos o jugando videojuegos... y cuando le decían algo sobre su gordura decía "así soy feliz, prr"...

Luego creció un poco más y a sus 17 años dio gracias por haber salido de ese colegio al que tanto odiaba. Sin embargo Martina entró a la universidad, y una etapa que ella esperaba con tanta ilusión se convirtió en un infierno cuando vio en el tablero una caricatura suya, con unos cachetes exageradamente grandes y una flechita que decía: Martina.

Ese día se fue caminando hasta la casa, triste, sintiendo que el tema del peso la iba a matar y no la iba a dejar ser feliz. Ella no entendía cómo era posible que siendo una chica inteligente, interesante, divertida, tuviera que sufrir sólo por el stándar de la belleza y tenía que ser objeto de burlas.

Trató de subsistir en la universidad, y gracias a la convivencia de tantos semestres logró hacer buenos amigos, hasta que un día, un compañero con el que nunca había hablado le llamó la atención. Comenzaron a hablar, a salir, y a ella le encantaba.  Pero luego de unas salidas él le dijo "Martina, a mi me gustan las flacas, no las gorditas como tu".  Ella de nuevo se hizo la dura, pero sintió que ya era demasiado.  Así que decidió ir al gimnasio, y hacer ejercicio por primera vez en su vida. Cada día hacía más y más ejercicio, dejó de comer, y cuando comía devolvía lo poco que hubiese en su estómago. ¨Pasó el tiempo y Martina comenzó a bajar de peso de una forma increíble, en un mes logró bajar 20 kilos, y muchas muchas tallas de ropa.

Estaba feliz, porque la gente le decía lo bien que se veía. Aunque cuando se miraba al espejo todavía se veía gorda, y sentía que era importante aumentar la rigurosidad del ejercicio y la dieta.  Llegó a un punto en que si se comía una mandarina le quería dar un ataque de pánico. Transcurrieron así dos años, dos años en los que Martina se puso amarilla, se le caía el pelo, se le fue el periodo, se le hundieron los ojos, y se alejó de la gente, porque le daban miedo los eventos sociales donde tuviera que recibir algo de comida... porque vivía en un mundo donde si estás gorda está mal, pero si estás a dieta eres objeto de burlas...esto nunca lo pudo entender la pobre de Martina.

Al ver como se deterioraba la salud de Martina, su madre estaba tan desesperada que decidió buscar ayuda y hacer lo que fuera por hacerla entrar en razón.  Con un largo trabajo, terapias, y paciencia, logró sacar a su hija de ese hueco que la atrapó durante tantos tiempo y que tanto daño le hizo.  No fue fácil, pero con amor, y debido a la inteligencia de Martina, logró atender al tratamiento para salir favorablemente de su enfermedad.

Sin embargo, para Martina no ha sido fácil, siempre quedan secuelas en el corazón de tantos insultos, de la enfermedad que padeció y del desamor y la falsedad de la sociedad, donde todo se mueve por lo físico, y donde es difícil encontrar gente que busque la belleza del corazón y el nivel intelectual de la gente.

Martina a pesar de ser gordita hoy en día, se siente amada por su familia, y sí, sobre todo por su mamá, y por Dios, quien le ha hecho entender que aquellos que sólo buscan conocer a chicas que se muestran en las fotos de las redes sociales en bikinis llenos de silicona tienen el cerebro de ese mismo material.

A veces Martina se siente triste por no ser linda, por sus kilos de más, y recuerda mucho todos los insultos de los que fue víctima durante toda su vida por no ser hermosa, y entonces recuerda lo que le dijo su padre a los 14 años donde le decía "a las gordas no las quiere sino la mamá" y siente que está de acuerdo, sin embargo, para todos los ires y venires, para ella el amor de su mamá y de Dios es más que suficiente...

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